Atlético perdió más que tres puntos en Rosario. Perdió el alma. Para ser más exactos, la viene perdiendo en cuentagotas, desde hace tiempo. Y de fútbol, mejor no hablar.
El 1-3 ante Central fue un botón de muestra en medio de una mega-mercería: los problemas del “Decano” son endémicos, quienes pensaron que iban a desaparecer con un mero cambio de entrenador, pecaron de optimistas. El Gigante de Arroyito fue escenario de un nuevo acto del drama deportivo en que se encuentra envuelto Atlético. Los números hablan por sí solos: Pablo Guiñazú no encuentra el rumbo, después de dos empates iniciales, a orillas del Paraná sumó su tercera derrota.
La primera vez que Atlético logró salir del asedio inicial del anfitrión, cuando el cronómetro daba el cuarto de hora, se generó una contra que no fue gol de Marcos Ruben sólo porque de a ratos Cristian Lucchetti se parece al “Laucha” que supimos conocer.
Antes y después en ese primer tiempo, el juvenil Francesco Lo Celso se pareció a la mejor versión de su hermano mayor Giovanni, y junto con el veterano y todavía genio y figura Emiliano Vecchio se vistieron de titiriteros de un equipo que no necesitó de la efectividad de sus delanteros -Ruben y Lucas Gamba- para hacerle daño a una defensa dormida.
El volante central Emmanuel Ojeda, como “Pancho por su casa”, la empujó al gol casi debajo del arco, a la salida de un córner. Iban 21 minutos. ¿Reaccionó Atlético? Apenas un par de intentos, uno serio, un remate de Oscar Benítez que Jorge Broun sacó con espectacularidad y a mano cambiada al córner. Poquísimo.
Los gritos y las gesticulaciones de un “Cholo” vestido enteramente de negro no hicieron mella en sus dirigidos. La mejor noticia para el “Decano” era que su rival se estaba yendo al intervalo con un marcador a favor exiguo por demás.
Pero con orden y pragmatismo, más las ventajas otorgadas por la visita, el equipo del “Kily” González duplicó la ventaja antes del entretiempo: esta vez Lucchetti le desnudó el primer palo a Vecchio, y el viejo símbolo “canalla” no perdonó. 2-0 y asunto prácticamente liquidado.
Porque en verdad, ¿quién iba a apostar por una recuperación del “Decano”? Hoy Atlético vive en un contexto que merece el nombre de aquel célebre poema de Baldomero Fernández Moreno, “70 balcones y ninguna flor”. Parafraseado, podríamos hablar de muchos cambios y ninguna alegría.
Guiñazú modificó el mediocampo completo con relación a la caída ante Racing, un poco por obligación (suspendidos Ramiro Carrera y Abel Bustos) y otro poco por convencimiento (dejó en el banco a Guillermo Acosta y a Leonardo Heredia). Y la cosa no funcionó.
La insistencia con Cristian Menéndez como titular tampoco pagó dividendos. Era de cajón que el “Polaco”, quien prácticamente no tocó una pelota en 45 minutos, saldría en el entretiempo. Pero claro, son épocas aciagas: su reemplazante Augusto Lotti se lesionó a los ocho del complemento y poco después dejó el campo. Y al “Decano” con menos peso ofensivo.
Central tuvo su momento de bajón y aun así Atlético no lo aprovechó. El “Bebé” ingresó y metió un bombazo de media distancia que hizo revolcar a “Fatura” Broun. Después, Vecchio selló su doblete personal y se retiró ovacionado. El descuento de Benítez, tras un infortunio defensivo del anfitrión, fue anecdótico. Quedó apenas el arresto del final, que no debe confundir.
En fin. Qué diferencia con aquel viaje a Rosario de fines de agosto de este año, cuando con Omar De Felippe todavía al timón, el “Decano” regresó a Tucumán feliz por su victoria 2-1 sobre Newell’s. Pasaron casi tres meses y fue el último festejo como visitante de un equipo tibio, que se hunde y se hunde, en lo futbolístico, en lo anímico, en la tabla.
ROSARIO (Por Marcelo Androetto, especial para LG Deportiva).- Ironía del destino o no, en el mismo instante en que Nicolás Lamolina pitó el inicio en Arroyito, en Montevideo comenzó a disputarse la final 2021 de la Copa Sudamericana, ese objeto de deseo que quedó definitivamente fuera del alcance de Atlético.
Raúl, fanático del “Canalla” y taxista, tenía un lamento a flor de piel en esta calurosa tarde de sábado que invitaba mucho más a darse una zambullida en el lindante Paraná que a exponerse al impiadoso y precoz sol veraniego de la “Chicago Argentina” a la hora del partido (32° y muy húmedo).
“Tendríamos que estar jugando la final en lugar de Bragantino”, se quejó el taxista, que todavía recuerda esos reñidos cuartos de final de la actual Sudamericana en que Central sucumbió frente al equipo propiedad de Red Bull.
Los hinchas de Atlético tampoco olvidan, al contrario. Aquellos tiempos de copas internacionales están todavía grabados a fuego en su memoria. Por ahora, sólo hay resignación: no parece posible que el equipo de sus amores retome demasiado pronto la exitosa senda transitada de la mano de Ricardo Zielinski, cada vez más prócer “decano”.